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Serie de números. Pueden significar tantas cosas. Clave de la alarma. La del gmail. Banelco. Home banking. Número de socio de un club. Correspondiente a un alumno de la facultad. Y así podríamos seguir.

    En 2001, en el colegio Franco Argentino se dispuso comenzadas las clases que para los nuevos lockers personales se debía utilizar un candado por alumno.

Baltazar era un chico astuto. Y con su amigo Fer fueron obteniendo, con diferentes métodos, las combinaciones de todos los compañeros de su clase. ¿Para qué? Tenían trece años. No había un por qué. Les divertía. Todo estaba anotado en la primer hoja de la agenda de Bal, llamémosle.

Un día, después del recreo, Bal volvió a su pupitre. Y por x motivo sacó su agenda. Antes de dirigirse al día de la fecha quiso contemplar su hojita del poder. Pero para su sorpresa no estaba más. Alguien había violado su propiedad. Su sorpresa no fue menor. Pero buen, lo dejó pasar y siguió con su vida. Aunque sabiendo que tenía un enemigo impune. Pero Fer no quedó satisfecho con lo sucedido. Y se puso a reconstruir la lista.

Un día, al mediodía, todos se retiraron a almorzar. Los últimos que quedaron en la clase fueron José y Fer. El amigo de Bal estaba buscando plata en su mochila, y José se demoró guardando unos libros en su locker. Fer lo supo ya que escuchó:

-¿Por que no abre esta mierda? 4-5-3. A sí, ahí va.

Esa clave Fer no la tenía, pero la anotó. A José pareció no importarle ser escuchado.

La vida del colegio siguió como si nada. Un día todos los alumnos se dirigieron al laboratorio. Fue justo después de la pelea de los dos amigos de este relato. No llegaron a las manos, pero se putearon de lo lindo. Todo pasaba porque Fer no le quiso convidar de su bomba de papa. Al comenzar la clase éste último vió que no tenía hoja en blanco. Simón le dijo que si iba a buscar que le trajera una para él también. Así que desapareció. La clase se realizó y Fer no volvió, ni al rato ni después. Simón supuso que se habría quedado hablando con un preceptor mates de por medio y no le dió importancia. Pero al volver a la clase todos se llevaron una gran sorpresa. Fer estaba ahí tirado en el medio del lugar, sangrando y sin signos vitales. José le tomó el pulso pero nada.

Una triste noticia para los alumnos de noveno “B” del Franco. La familia no lo podía creer, y se preguntaba cómo había sido posible que alguien apuñalara a su queridísimo durante el horario escolar, en la institución, y salir impune.

Los policías terminaron por culpar a Bal, quien se había peleado con la víctima minutos antes.

Lo sentenciaron a cadena perpetua después de cumplir cinco años en un reformatorio.

“Pero yo soy inocente” decía y repetía con toda calma el chico.

Las vueltas de la vida son misteriosas. Pero resulta que en la clase de noveno “B” había un experimento de seamonkeys, en el cual, ellos encerrados en una pecera, vivían y se reproducían. Simón tenía una cámara programada que se encendía cada dos horas, por cinco minutos. El tema era que no había filmado nada del asesinato. Por eso su dueño, Simón, no había dicho nada a las autoridades. Pero él, días después, se puso a examinar las filmaciones. Y para su sorpresa, y con gran nitidez de imagen, allí en la clase en otro recreo del mediodía, el descubrió que José había instalado un artefacto avanzado que disparaba una mini lanza de hielo. Sí, con a/c y todo venía el artefacto.

-¡Mierda!- el hijo de puta de José lo mató. Y que nosotros pensábamos en Bal. Pobre… Ahora entiendo por qué había un poco de agua al costado de Fer.

-Dame ya eso -se escuchó. Era el mismísimo José en persona. Simón era menudo. Pero valiente. Juntando coraje, y con la filmación en su poder, sabiendo que su vida peligraba, se acercó a José y le preguntó:

-¿Sabés cuál es la capital de Tailandia?

Y acto seguido le dijo- Bangkok -pegándole un manotazo en las pelotas. Y salió corriendo en libertad.

José fue puesto preso, fue violado en prisión y así se hizo justicia. Bal también había sido violado, pero buen, qué se le va a hacer, ¿no?


Luis María



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