(Cuento infantil)
¿Sabias Fefe que Luis Silver primero, nuestro tatara abuelo, nació en Uruguay?
Pero su papá, Agustín, era cordobés. Por eso tenia amigos coordo-obeeces. Uno de
esos amigos era el Diego de las Vegas. El famoso Diego de las Vegas, del pueblito
“Los Demonios”, 70 km al sur de Cordoba capital. ¿Y sabes por qué era famoso el
Diego? En los demonios estaban prohibidos los caramelos. El Diego,
tambien llamado “El Loro”, era un dealer. Traficaba caramelos de todo tipo. ¿Quieren
ver su mercancía? Lolo me dejo una foto que le pasó su abuelo. Básicamente traìa
caramelos y chupetines. ¿Saben dónde los traía? Adivinen. No. Adentro de las
gomas de los camiones. Por eso el Loro, ademas de vender caramelos, tenía una
gomería. Así no parecía sospechoso.
Pero una vez su empleado más fiel,
Bernardino el rengo, lo cagó. LO CAGÓ el hijo de puta. Le fue a contar al capitán-
Convento que en las gomas de los camiones escondían los caramelos.
¡Rengo botón! El Loro, que no era ningún boludo, ¿saben lo que hizo? Antes de que
el capitán se enterara les aviso a sus amigos que sacaran los caramelos de ahí
y metieran mierda de zorrino. Cuando cayó el capitán Convento con su gente y
pidieron revisar las gomas de los camiones que llegaban a la gomeria, el
Loro le dijo “hace lo que quieras piscuí”. Abrieron las ruedas, y en cuanto las
abrieron ¡el olor que salió! ¡Infumable! Y sus trajes de milicos los tuvieron que
lavar cinco veces para que se les fuera el olor. Y el Loro le gritó de lejos a
Bernardino “¡fantasma! ¡quién te conoce!” Y nunca más lo vio por los demonios.
Desde el balcón de una casa de al lado de la gomería había una chica que estaba re
fuerte que vio todo. Ana Maria Verduras se llamaba. Quedó enamorada de el Loro
al ver toda la movida, y el Loro al mirarla le dijo “tengo un caballo pura sangre”. “A, sí?”
“Huracán se llama. Esta tarde te saco a pasear”. “¿Qué tanto?” le dijo la piba.
El loro habia quedado con ana Maria Verduras que la iba a sacar a pasear. Y a
pasear en el Huracan. Su huracán. El tema es que el loro no tenia un puto
caballo. De pedo tenia un perro que se llamaba laico. Entonces ¿en qué carajo
estaba pensando el forro cuando se la chamullo a Ana Maria? El tema es que lo
que ustedes no saben es que el Loro habia fichado al caballo del capitan convento.
No saben lo que era. Una pinturita. Negro azabache, una yegua hermosa. Y para
afanarsela tenia un plan. ¿Se acuerdan del rengo Bernardino? El traidor garca. Sí,
ese mismo. El loro decidió darle otra oportunidad. Bernardino ya se estaba
yendo del pueblo porque le había fallado al capitan convento. - En vez de
caramelos encontraron mierda de zorrino -. A Bernardino ya no lo quería ver nadie.
Entonces el Loro le propuso el siguiente plan. Le dijo que fuese a hablar de vuelta
con el capitan convento y le contase que lo que pasó la primera vez con los
caramelos fue que el Loro se había enterado de su traición. Y que ahora sólo
los camiones de las tres de la madrugada venian cargados con la papa. ¿Saben lo
que es la papa? ¡Los caramelos man! Pero ahora él - el diego de las vegas - tiene la
ruta vigilada. Asi que iban a tener que sorprenderlos por el sur a caballo dejando
los caballos detrás del alambreado.
Y Bernardino muy contento de su nueva
oportunidad fue a hablar con el capitan convento. Quien también se puso un poco
feliz, pero también un poco desconfiado. Si me falló una vez me podrá fallar otra...
Así que el capitán siguio el plan del Loro sólo que dejo a alguien armado cuidando
los caballos atrás. What a fucking problem men! El loro, que tuvo un padre
que le enseño a pensar, improvisó. Sacó la caña de pescar y una petaca con su
mejor whiskey, y encaró los caballos.
- ¡Hey! ¡Quién vive! - Le grito el cana al
Loro, que es como decir "Quien anda ahi"
- No se asuste. Vengo a pescar en la
laguna de más alla en virtud de la buena bebida!
- Tinto?
- Johnnie
- Mejor aun! De las que se comparte? - ya sin apuntarle el arma
- La alegría es siempre compartida.
- ¡Ea eaaaa!
Y así fue como el Loro emborrachó al custodio de los caballos y se afanó el
Huracán, mientras que el capitan convento y sus hombres se quedaron
esperando hasta las 5.30 de la mañana sin ver llegar ningún puto camión, jurando matar a Bernardino.
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Dos vecinos
Yo arrodillado. Viene el otro con los brazos a la cintura diciendo “bzzzzz”.
– ¿Le importa?
– Por favor, adelante. – yo.
Y el recién llegado baja la cabeza hasta el piso. Sube.
– ¿Nuevo en el barrio? – yo.
– Conociendo nuevos chefs.
– Oh, sí. Donde se sirve bien se sirve bien. -yo. – ¿Y qué noticias me trae del mundo?
– Cada día más loco. Dicen que hay una malla eléctrica dando vueltas por ahí. Electrica! A lo que hemos llegado. Sin dudas el fin esta cerca. Lo dijo el cura Jacinto.
– Salute! – yo.
Y succionan los dos.
– Qué bien se siente! Me recorre un calorcito por todo el cuerpo.
– Sí, vuelve toda la energía, ¿no? – yo.
– Así es, así es! Ah! Estoy tan satisfecho que me parece que después de esta panzada me voy a visitar a mi abuela sin escalas. Vive a tres cuadras de acá.
– Ambicioso. Ojalá llegue. Yo voy a aprovechar la tarde para hacer un poco de patinaje sobre agua en la pileta con mi novia. – yo.
– Bien ahí. Un poco de ejercicio nunca viene mal. ¿Un último sorbo?
– Venga.
.
Ssssssuip. Sssssssuip. Plafffffff! (Aplastados los dos mosquitos contra el cuerpo)
Este cuento fue mi segundo cuento (le siguió a “How I met your aunt”), y lo escribí a pedido de un colega y amigo de teatro (el Oso). Tampoco lo llegamos a actuar lamentablemente
Luis María