Max tenia 21 años. Había arrancado psicología en la UBA en el 2015 después de terminar el colegio. Duró seis meses, y largó. Acto seguido se metió en un cursito de programación, pero no aguantó un mes. Después fue cuando probo con cocina. Le preparó un rico apple crumble a toda su familia. Pero también largó. Ahí se empezó a angustiar. Él seguía. Probaba una cosa. La otra. Se metió al conservatorio, já.
Como les decía, tenía 21 años. Un domingo al almuerzo no se había presentado a la mesa sino que cayó un toque después. Cayó con una cara, como decirlo, nefasta. Estaba muy deprimido. Daba horror verlo. Sus palabras fueron estas "Ya no puedo más. Me voy. Me pierdo hasta encontrarme". Agarró todos sus ahorros, que sumaban unos 5.000 USD, un poco de ropa, y se fue en su gol.
Instantáneamente se sintió más liberado. No tenía ni idea a dónde iba pero el encaró el asfalto y pisó. Estuvo por Rosario, Mar del Plata, Sierra de la Ventana, Tandil, Córdoba, Mendoza y demás.
No tardó en encontrarse con gente haciendo dedo. ¿Por qué no levantarlos? Primero un cordobés que iba a visitar a su familia. Dos chilenos que venían a hacer escalada por el interior del país. Argentinos turistas. Chinos. Venezolanos. De todo.
Y la compañía siempre venía bien. Mucho más interesante que la radio. Y redituable. Porque si bien no le dejaban plata le hacían todo tipo de regalos. Fontina, mamushca, tintos, licores. ¡Una vez le dieron un black label! Atención, porque ahí fue cuando oyó el llamado...
Dos años después de haber partido a las rutas regresó a la casa de sus padres:
- Padre, madre, he decidido trabajar en uber -. Y así Max cumplió su destino.

¡Por el Whisky!

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Quisiera mandarle un saludo en esta oportunidad a un gran amigo. El negro. Espero con ansias la edificación de su blog, ya que él también es escritor. ¡Un abrazo!


Luis María


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