Inspirado en the big levowski
La lapicera no se dirige al papel en busca de inspiración, sino que es ésta quien mueve la mano del escritor. Así de paralizado estaba quien les habla sin quién le hable. Pero no sin fe. Porque la fe le mantenía el oído en vilo. Larga fue la espera. Mas nuestro autor no desfalleció. Y cuando la noticia llegó, ¡imagínense su alegría! Aquí les vengo a entregar entonces, motivado, el testimonio que me llegó. Pero bastante más motivado que el sujeto sobre quien trata esta historia. Porque esta historia cuenta. Esta historia narra los hechos de tal vez el más vago de Buenos Aires. Él era el hombre, no sé si un héroe. Pero era el hombre justo para su época y lugar. Llamar la atención no era su fuerte. Plan social podría ser uno de sus adjetivos. Vago. Definitivamente vago. No aspiraba a más. Sobrevivir. Paz era su bandera. ¿Y estaba mal? En un mundo tan turbulento, ambicioso y materialista, definitivamente su filosofía de vida chocó con muchos. Pero él dejó su legado. Yo, como su amigo, me pongo a contarles su historia. Historia de un héroe. Historia de un vago.
¿Saben lo que pasó? Ustedes no saben por qué era tan vago. Él predicaba. Sí, él predicaba con el ejemplo. A, ¿no me creen? Fíjense. Él veía una canilla con el cuerito roto y la dejaba meses goteando. Ni ahí que la pensaba arreglar. Respetaba la motivación ajena se puede decir. Gran tipo, ¿no?
¿Un anciano se caía al piso? ¡Uh! ¡Pobre! Pero no vaya a pasar de ahí. La compasión jamás se convertía en caridad. Vaya héroe. Pero héroe como él si los hubo. Porque escuchen bien: su pasividad se justificaba en creer que las cosas algún día iban a cambiar. Vaya esperanza si la hubo antes de él, o si la volverá a haber. Si me preguntan a mí esto no se encuentra entre los mortales.
Luis María